Dentro de la enorme tasa de desempleo general en España, cabe matizar la naturaleza de cifras tan escandalosas.
Una de las más importantes es la que atañe al paro juvenil, el cual supera el 50 %. Para poder valorar estas cifras con valor real en lo que concierne al bienestar de estos ciudadanos, se ha de tener en cuenta que solo el 41 % de estos jóvenes entre 16 y 24 años está buscando realmente trabajo, ya que el resto lo conforman estudiantes, mujeres amas de casa y “ni-nis” que no estudian ni trabajan ni buscan empleo. De esta manera se ve que, aunque estos jóvenes están en edad de trabajar legalmente, la situación de paro no les afecta directamente y de manera personal (aunque para el estado sí sean parados contabilizables), ya que se encuentran cómodamente ocupando habitaciones de residencias de estudiantes en Madrid y otras ciudades de España.
La mayoría de estos jóvenes en paro que buscan empleo activamente forman parte del número grupo que abandonó los estudios para dedicarse al sector de la construcción durante el boom.
Por este motivo, la difusión general de las cifras de paro juvenil falsea la situación real de las familias y genera alarma social, al tiempo que se emite una imagen preocupante de la situación en España en el extranjero, ya que con estas cifras, el resto de países no entienden que no existan protestas y revueltas sociales.
Por supuesto, aun haciendo esta matización, la cifra del paro es altísima.
Incluso las especificaciones aquí señaladas resultan no válidas, ya que la EPA (Encuesta de Población Activa) defiende que los jóvenes estudiantes no se cuentan entre estas cifras de paro juvenil, ya que se clasifican como población inactiva. Sin embargo, también afirman que los jóvenes que ni estudian ni buscan trabajo están también fuera del cómputo de la población activa. Lo que no se sabe es cómo y en qué medida.
Los más afectados por el paro, después de los jóvenes, son los mayores de 45 años, a los que el paro ha pillado en el peor momento para reincorporarse a nuevos puestos, por la preferencia de personas jóvenes que manejan con más soltura las nuevas tecnologías.
Ni siquiera los jubilados se libran de las consecuencias de la crisis, ya que, si bien no forman parte de las listas del paro, la mayoría de ellos tienen familiares a su cargo que sí lo están, con lo que las pensiones han de soportar una carga mucho mayor de la que debería.
Ante esta situación, las familias españolas han pasado de empeñar las joyas a empeñar el coche.