Dicen los de la canción que un diamante es para siempre. Llevamos grabado a fuego que el regalo de una joya es un regalo para alguien especial. La realidad es que se trata de un gesto muy personal que, por eso mismo, hace sentir especial a quien lo recibe. Si lo que se pretende es dar un mensaje de amor, de admiración, de cariño a una persona especial, una joya es el regalo más acertado.
Y, es que, una joya transmite el valor del sentimiento eterno. No te puedes olvidar nunca del momento, el día, la hora y el por qué te la regalaron, quedará grabado en tu memoria, se convierte en objeto de culto y es una inversión para el presente y el futuro. Nunca desaparecerá ese cúmulo de sensaciones que te provoca el anillo de tu futuro marido, la pulsera del nacimiento de tu hija, el broche que tu abuela te regaló, porque forman parte de momentos especiales de tu vida.
Muchas de estas piezas se convierten o llegan a nosotros como joyas de familia: joyas de nuestros antepasados que han ido pasando de generación en generación. Entrañables legados a los que tenemos verdadero aprecio más por su significado sentimental que por su valor real, hasta el punto de considerarlos como un auténtico tesoro personal.
Antiguamente, las joyas de familia eran piezas muy especiales que solían usarse en eventos como las pedidas de mano o en la boda de algún ser querido. Hoy en día esta práctica no es tan habitual, puesto que han cambiado mucho los valores y se ha perdido también la tradición de invertir en piezas de joyería pensando en generaciones venideras. Sin embargo, siempre se puede decidir continuar con esta maravillosa tradición, adaptándola a nuestros tiempos. Hoy, como nos enseñan desde Joyerialorena, lo más popular son piezas que pueden personalizarse de alguna forma, y que además de ser un regalo la pieza en sí, tiene algún distintivo que la hace más especial para quien la recibe.
¿Desde cuándo usamos joyas?
La realidad es que el uso de accesorios se remonta a la época prehistórica, hace más de cien mil años. Ya esas sociedades usaban elementos naturales y minerales para la creación de talismanes o accesorios. Por supuesto, se trataba de una joyería simple, pero ya entonces su uso tenía un propósito que era el de diferenciarse de otros y ser más vistosos.
La edad de bronce, dio paso a un mundo lleno de posibilidades pues el hombre empezó a fabricar objetos de metal. Las primeras civilizaciones como Mesopotamia, Egipto e India fueron perfeccionando este arte e introdujeron las primeras técnicas de orfebrería. Es en este momento histórico, con la extracción de gemas y piedras preciosas, así como la fabricación del vidrio, cuando se sentaron las bases para la joyería que conocemos actualmente. Debido a la poca abundancia de metales y piedras preciosas, además del continuo perfeccionamiento en las técnicas y diseños, estas piezas fueron adquiriendo estatus, simbolizando riqueza, nobleza y poder.
Los griegos y romanos perfeccionaron aún más las técnicas, creando nuevos diseños dando vida a verdaderas obras maestras. Las mujeres de clases altas usaban frecuentemente joyas que se consideraban símbolos de poder y estatus, y eran usadas a su vez como amuletos para la protección y ofrecimiento a los dioses.
Joyas históricas
Una de las piezas clave que ha hecho historia, también por el momento al que acompaña son los anillos de compromiso, que pertenecen a la tradición en la que el novio le regala un anillo de compromiso a su amada como pedida de matrimonio, luciéndolo ella una vez acepte.
La tradición de entregar un anillo de compromiso durante la pedida se popularizó cuando Maximiliano de Habsburgo le dio un anillo de diamantes a su futura esposa María de Borgoña. Esta costumbre se empezó a utilizar en aquellas personas de la clase más adinerada, y poco a poco se incrementó con la industria del diamante en Sudáfrica, alrededor del año 1866.
Uno de los anillos más emblemáticos es el que el Principe Carlos le regalo a Lady Di. Actualmente podemos ver cómo luce en la mano de Kate Midelton: un zafiro de 18 quilates, acompañado de 14 diamantes que conviven en un anillo que enamora a todo aquel que lo vea.
Otro famoso anillo de compromiso es el que Aristóteles Onassis regaló a Jacqueline Onassis, la viuda de América que enviudó de John F. Kennedy y se casó con el multimillonario griego. El magnate se gastó más de 2 millones de dólares en la joya, el impresionante anillo de Harry Winston con el diamante Lesotho III de 40.42 quilates.