Seguramente alguna vez hemos escuchado aquello de que hay unas razas de canes que son más peligrosas que otras, o esa mítica expresión de perros potencialmente peligrosos, también conocidos como PPT. Pero lo cierto de todo esto, según demuestran estudios bastante recientes, es que la raza influye, pero de lo que realmente depende el comportamiento de un animal es de la forma en que ha sido educado por su dueño o dueña.
Los factores internos son aquellos con los que el animal nace o se deben a cambios que se manifiestan en su cuerpo a lo largo de su vida. Los genéticos están dentro de este grupo y son aquellos que suele decirse que son los propios de la raza, como sucede en los rottweilers o pit bulls, Y es que hay animales que tienen unas características genéticas que le hacen ser más propensos a demostrar una mayor agresividad. También los factores hormonales están dentro de esta clasificación de internos y son aquellos que se relacionan con las hormonas sexuales (testosterona y progesterona) y las tiroideas, que si sufren alguna alteración pueden provocar muchos cambios e incluir la agresividad dentro de estos. Las enfermedades en los perros mayores como la artritis o la artrosis también son factores internos y que pueden provocar agresividad. Cuando un perro tiene un dolor, puede reaccionar mal ante un encuentro. Asimismo, cuando estos se hacen mayores y pierden facultades como la audición o el olfato, necesitan volverse agresivos para defenderse de lo que ellos desconocen si es un ataque o simplemente un gesto como darles de comer.
En cuanto al género, los machos castrados son más propensos a ser agresivos que las hembras castradas, mientras que no hay diferencias entre machos castrados y enteros.
Este tipo de factores están ahí, pero lo cierto es que no suelen manifestarse por sí solos, sino influidos por los externos. O directamente el perro puede volverse agresivo simplemente por los exógenos. Por ejemplo, un perro que no ha sido debidamente educado, no atenderá a una regañina y pensará que puede hacer lo que quiere, desde morder a jugar haciendo daño a otras personas.
La educación es la clave en todo esto. Y aunque los perros aprenden a lo largo de toda su vida, lo correcto es comenzar con la enseñanza cuando todavía son unos cachorros. Debemos reprimir desde el primer momento comportamientos que no queremos que repita. ¿A alguien le suena esa frase que repite tantas veces el conocido como Encantador de Perros de que el dueño debe convertirse en el líder de la manada? Pues de eso se trata, de que el perro conozca quién manda y cuáles son sus limitaciones. Y sobre todo el dueño ha de tener en cuenta que su mascota es un animal, nunca ha de tratársele como a un ser humano.
Según un estudio de la Universidad de Córdoba, publicado en el Journal of Animal and Veterinary Advances, alrededor del cuarenta por ciento de las agresiones por dominancia de los perros están vinculadas a dueños poco autoritarios que nunca han realizado entrenamiento básico de obediencia con sus mascotas.
Pero ojo, ser autoritario no significa basar el entrenamiento en la educación negativa, ya que estos perros tendrán el doble de posibilidades de ser agresivos hacia desconocidos y el triple hacia la familia que lo acoge. Si le hemos comprado un precioso abriguito de los que venden en MydogBcn, la manera de conseguir que se lo ponga cada día sería premiándolo, no pegándole hasta someterlo. La educación negativa lo que genera en el perro es miedo e inseguridad, de forma que responderán con agresividad a las interacciones que les pongan nerviosos.
Importante también en la educación del perro es fomentar la socialización con otros miembros de su especie y con personas desde que es pequeño para que sepa integrarse de mayor en este tipo de grupos dominando los mecanismos de comunicación. En caso de que esto no funcione, con el tiempo se mostrarán hostil al interactuar con los otros. Es muy clave que desde pequeños se acostumbren a la presencia de más perros y personas, algo que en primer término se logra dejándolo durante un par de meses con su madre y hermanos.
Asimismo, según otro estudio, este llevado a cabo por la Universidad de Bristol, la edad del propietario del perro influye también en el posible desarrollo de la agresividad, que se manifestará más entre aquellos canes cuyos dueños tienen menos de 25 años que entre aquellos cuyos propietarios superen ya la cuarentena.
Además, dentro de los factores externos debemos destacar también que los cambios en el entorno pueden producir respuestas agresivas. Por ejemplo, la llegada de un nuevo miembro, especialmente un niño porque el que puedan sentir celos u otro can, lo que se conoce como agresividad territorial, no es fácil de asimilar para estas mascotas, así como la muerte de algún compañero.
Por su parte, las hembras pueden sufrir también lo que se conoce como agresividad maternal, que es aquella que se manifiesta cuando temen que sus crías corren algún peligro.
Pero lo correcto no es atribuir todo a una causa (aunque el mayor porcentaje de culpa lo tenga la educación recibida), sino que se trata de una combinación de factores. Esto lo vemos en que este tipo de situaciones no afectan por igual a todos los animales. Allí donde uno ven en la llegada de un niño o de otro perro un rival con el que competir por los cariños de los dueños, en el mismo entorno otro perro podría ser más feliz por considerarlos unos nuevos compañeros de juegos.
Cuando nuestro can muestre signos de agresividad que no podamos controlar en casa con educación, lo primero que debemos hacer para atajarlo es acudir a un veterinario para que descarte cualquier tipo de causa física para la misma. Si no existen, un especialista canino será el siguiente paso.