Si nos ponemos a comparar cómo son las ciudades de ahora con respecto a las del pasado, no tardaremos demasiado tiempo en darnos cuenta de cómo han cambiado con el paso de los años. No en vano, existen lugares que parecen completamente diferentes y que se han modernizado con la llegada del siglo XXI. La mejora en los asfaltados, la canalización del tráfico o la construcción de zonas verdes han sido claves en ello.
No obstante, uno de los principales motores del cambio también han sido los edificios. Y no solo porque se haya acometido una restauración por parte de sus propietarios o de la mismísima Administración Pública, sino porque, simplemente, se ha comenzado a dotar de color a las casas o a los bloques de pisos, abandonando en cierta medida un color blanco que ya resulta demasiado tradicional.
Han pasado cuatro años desde que mi mujer y yo contrajéramos matrimonio y compráramos una casa en nuestra ciudad natal, Barcelona. Hasta hace apenas unos meses nos sentíamos realmente satisfechos con todo lo que guardaba relación con nuestro domicilio, pero fue entonces cuando nos dimos cuenta de que cada vez más casas en la ciudad están pintadas de un color diferente al blanco y sentimos la necesidad de sumarnos a esa nueva tendencia.
Será por colores. En Barcelona podíamos ver viviendas pintadas de colores como verde, naranja, granate o azul celeste. Había espacio para todo tipo de tonalidades y eso hacía volar nuestra imaginación de cara a dotarle a nuestra vivienda de cualquier color que no fuera aquel blanco que quizá no le aporte al edificio esa originalidad o visualidad que deseábamos conseguir.
Comenzamos a movernos para saber a quién deberíamos confiar la misión de pintar nuestra vivienda. El color azul celeste que habíamos visto en algunos edificios nos había cautivado y era nuestra principal elección, pero no queríamos dejar en manos de cualquiera dotar de dicho tono a nuestro hogar. Paco y Natalia, dos amigos de mi mujer que acababan de casarse, habían pintado su casa de un color ocre claro. Como el proyecto les había salido bastante bien de precio, decidimos preguntarles a qué empresa habían recurrido para llevarlo a cabo. Su respuesta no fue otra que una entidad llamada Mi Pintor.
A juzgar por el resultado que aquellos profesionales habían conseguido para la casa de nuestros amigos, estábamos convencidos de que su experiencia era muy dilatada. Estaba claro que aquel trabajo no lo habían hecho unos pintores amateurs y por eso decidimos contactar con aquella entidad para que hiciera de nuestra casa un lugar que destacara por encima de las viviendas de nuestros vecinos.
Calidad, rapidez y cero molestias
En cuanto contactamos con ellos nos quedó clara su profesionalidad y sus ganas de hacer bien el trabajo. Después de explicarles lo que queríamos, buscaron un hueco en su agenda a fin de que pudieran atendernos de la forma más rápida posible. No querían hacernos esperar ni un solo segundo y, a tal efecto, los pintores acudirían a nuestra casa al día siguiente para que les mostráramos la vivienda y así poder hacerse una primera idea de la cantidad de trabajo que deberían desempeñar.
Tras esa primera visita comenzó el trabajo de verdad. Los profesionales de Mi Pintor se volcaron en hacer del color de nuestra vivienda algo mucho más original, que escapara del tradicional color blanco. La calidad del azul celeste con el que envolvieron nuestra vivienda era espectacular. El edificio parecía otro completamente diferente y eso tanto a mi mujer como a mí nos llenaba de alegría puesto que se trataba justo del efecto que queríamos conseguir para el hogar. Los trabajos de pintura se llevaron a cabo en un tiempo reducido y sin causarnos molestias de ningún tipo. Justo lo que habíamos deseado conseguir desde un principio.