Mi pareja se ha ido al Camino de Santiago. Es la primera vez en veinticinco años que nos separamos tanto tiempo, y no porque estemos enfadados, sino porque sentía que tenía que hacerlo solo. Dice que es un llamado, una especie de cosa que le sale de dentro y que necesitaba vivir.
Y yo, aunque lo entiendo y me alegro por él, lo echo muchísimo de menos. Muchísimo. Siempre hemos hecho las rutas juntos, desde las pequeñas excursiones hasta los viajes más largos. Y ahora de repente me toca estar aquí, mirando fotos que me manda desde pueblos con nombres que ni sé pronunciar, mientras yo estoy en casa comiendo pasta del día anterior.
Lo que más me importa es que él está cumpliendo un sueño. Aun así, me da por pensar mucho. Supongo que es normal cuando te quedas sola más de lo habitual. Me he pillado buscando en internet cosas sobre el Camino de Santiago. No sé si es para sentirme un poco más cerca de él o porque, sinceramente, me da curiosidad todo lo que rodea a esa ruta.
Y, entre todo lo que he leído, lo que más me ha llamado la atención son los símbolos del Camino de Santiago…
La Cruz de Santiago
Es una cruz roja, con forma de espada, que se clava hacia abajo. Representa a los caballeros que seguían al apóstol Santiago, protector de España y símbolo de lucha espiritual. Es una mezcla entre una cruz y una espada, porque no solo es religiosa, también simboliza el valor, la fuerza y el camino hacia algo más grande. Pero lo curioso es que, aunque viene de un contexto antiguo, hoy en día la gente la lleva más como un recordatorio personal.
Me gusta pensar que también simboliza decisión, porque nadie se mete a caminar cientos de kilómetros porque sí. Y, sinceramente, a veces pienso que todos tenemos un pequeño “camino” por recorrer, aunque no llevemos bastón ni botas de montaña.
El Torque celta
El torque celta es como un collar rígido que usaban los pueblos celtas, y en Galicia tiene mucha historia. Antes del cristianismo ya lo llevaban los guerreros, los líderes, la gente importante. Era una especie de símbolo de poder y de protección.
Hoy, mucha gente lo lleva en el Camino como una forma de conectar con esa parte más antigua de Galicia. No es religioso en sí, pero sí espiritual. Representa fuerza, resistencia y conexión con la tierra. Me gusta pensar que, de alguna forma, los peregrinos que lo usan sienten que llevan un pedacito de esa historia al andar.
Una cosa que me pareció curiosa es que hablé (bueno, escribí por Instagram) con la gente de Joyería Corma, que hace joyas con símbolos del Camino. Me contaron que muchos peregrinos no compran las piezas solo porque sean bonitas, sino por lo que significan. Me dijeron algo que me encantó: “La gente se emociona cuando entiende la historia que hay detrás. Galicia es una cultura viva, que engancha y tiene mucho que contar”.
Y tienen razón. Hay algo en Galicia, y en todo lo que rodea al Camino, que te atrapa aunque no lo hayas hecho nunca. Es como si la historia y la naturaleza se mezclaran de una forma que te hace sentir parte de algo más grande (sin ponernos intensos, claro).
La concha del Camino de Santiago
La concha, o vieira, tiene su origen en una antigua leyenda: dicen que cuando los discípulos de Santiago llevaron su cuerpo a Galicia, un caballero cayó al mar y salió cubierto de conchas. Desde entonces, la vieira se asoció al apóstol. Pero también un sentido muy práctico: antes, los peregrinos la usaban como cuenco para beber agua o comer. Vamos, que era el símbolo del peregrino y su herramienta al mismo tiempo.
La concha representa la unión de todos los caminos. Si te fijas, las líneas de la concha van hacia un mismo punto, igual que las rutas que llegan todas a Santiago. Me parece bonito pensar que cada persona hace su propio camino, con su ritmo y sus motivos, pero al final todos acaban encontrándose en el mismo destino.
Mi pareja lleva una colgada en la mochila, y yo le regalé otra pequeñita antes de que se fuera. Así, en plan simbólico, como para sentir que también estoy ahí caminando un poco con él.
El llamador de ángeles
Este no es exclusivo del Camino, pero cada vez más peregrinos lo llevan. El llamador de ángeles es una bolita metálica que suena al moverse. Hay de muchos tipos, colores y diseños. La idea es que el sonido llama a tu ángel guardián o te recuerda que hay algo o alguien cuidándote.
Sé que puede sonar un poco espiritual o místico, pero tiene su encanto. Imagínate estar caminando solo por un bosque y oír ese tintineo suave. No sé, debe dar cierta paz. He leído que muchos lo llevan como amuleto, no solo para pedir protección, sino para sentirse acompañados.
Me hizo gracia leer que, en algunos pueblos del Camino, cuando alguien escucha el sonido de uno, sonríe o saluda. Es como un “estás en el Camino, y estamos todos en esto juntos”. Me encanta esa sensación de comunidad que tiene todo esto.
Yo tengo uno desde hace años, y ahora, sabiendo que él también lleva el suyo, es como si el sonido nos uniera de alguna manera, aunque estemos a cientos de kilómetros.
Las flechas amarillas
No se puede hablar del Camino sin mencionar las famosas flechas amarillas. Son las señales que guían a los peregrinos a lo largo de toda la ruta. Lo curioso es que muchas de ellas las pintó un cura gallego, Elías Valiña, en los años 80, cuando el Camino estaba medio olvidado. Lo hizo con su coche y un cubo de pintura amarilla. Así, sin más.
Desde entonces, esas flechas se convirtieron en uno de los símbolos más queridos del Camino. Son simples, pero tienen algo mágico (bueno, ya me entiendes, no literalmente). Representan la dirección, el propósito. Cuando las ves, sabes que vas bien.
El bordón del peregrino
Es el bastón largo que usan los peregrinos para caminar. Antiguamente era imprescindible, porque ayudaba a mantener el equilibrio, apartar ramas, e incluso defenderse de animales. Hoy en día muchos lo llevan por tradición.
Pero tiene también un sentido más profundo: representa apoyo. El bordón es como ese amigo que te aguanta cuando estás cansado, que no te deja caer. Simboliza la fuerza para seguir, incluso cuando te duelen los pies o ya no puedes más.
La calabaza del peregrino
Este símbolo es más antiguo, pero todavía se ve en los mercados o tiendas del Camino. La calabaza era el recipiente que los peregrinos usaban para llevar agua o vino (dependiendo del día, claro). Se colgaba del bordón, y era parte del equipo básico de cualquier viajero.
Hoy en día ya nadie la usa así, pero se ha convertido en otro símbolo del peregrino. Representa sencillez y autosuficiencia. Me gusta ese mensaje: llevar solo lo justo, lo necesario, sin complicarse.
A veces pienso que el Camino, con todos estos símbolos, nos enseña justo eso: a soltar cosas, a quedarte con lo esencial.
Lo que me deja pensando
Desde que él se fue, me he dado cuenta de que el Camino de Santiago es una forma de vida, una especie de espejo. No hace falta caminar cientos de kilómetros para entender que todos tenemos caminos por recorrer. Y que, a veces, los símbolos ayudan a recordarlo.
Cada uno tiene su propio “camino”, con sus flechas, sus conchas y sus bordones. Y eso me parece precioso. Porque detrás de cada símbolo hay personas que han pasado por lo mismo: que se han perdido, que han seguido, que han llegado.
Yo sigo aquí, esperando que vuelva, pero también siento que estoy haciendo mi propio mini camino desde casa. Me ha servido para entender un poco más lo que significa todo esto. Y cuando me manda fotos de alguna concha o de alguna cruz en el suelo, ya no la veo solo como algo bonito, sino como un pedacito de historia y de significado.
Lo que el Camino te enseña aunque no lo camines
Creo que, aunque no haya puesto un pie en esas rutas, el Camino me está enseñando cosas. Como que hay que dejar ir sin miedo, que los símbolos no son solo adornos, sino recordatorios. Que la Cruz, el Torque, la Concha, el Llamador, las Flechas, el Bordón y la Calabaza están ahí para decirte que todos tenemos que avanzar, aunque sea despacio.
Y sobre todo, que hay que confiar. Que a veces alguien que amas tiene que caminar solo para encontrarse, y eso también es amor. Que puedes acompañar de otra forma: con una concha colgada en el cuello, con un mensaje al final del día, con una sonrisa cuando vuelve lleno de barro y con cara de haber vivido algo importante.
El Camino no solo está en Galicia o en una ruta. Está también en las cosas pequeñas: en seguir adelante, en saber esperar, en tener fe en lo que haces.
Así que sí, puede que yo no esté caminando bajo la lluvia gallega, pero estoy aprendiendo igual. Y cuando vuelva, pienso decirle que ahora entiendo cada símbolo que lleva colgado. Y que, aunque no lo haya hecho físicamente, también tengo mi propio camino recorrido.

