El otro día leí en la prensa digital que una empresa de toda la vida de la ciudad donde yo nací, Valladolid, cerraba. Se trata de una empresa que seguro que conoces porque es famosa por sus bollos y donuts. Y eso me hizo recordad que hubo unos años, casi décadas, que Valladolid olía a eso. A bollos y pan recién hechos. Esto lo sabían los más madrugadores, que estaba ubicada en un polígono y esos alimentos se hacían sobre todo por la mañana.
Por desgracia, las ciudades dejan de oler a olores que tuvieron toda la vida. No solo pasa en Valladolid, también en otros lugares. Yo he tenido la suerte de viajar mucho, algo que recomiendo a todo el mundo, y si algo se me ha quedado marcado en la memoria, aunque en este caso es la memoria de pituitaria, son esos olores que tienen muchas ciudades o pueblos.
Podríamos decir que es algo que es psicológico, pero no es así. Está demostrado que tiene aspectos tanto mentales como de realidad. Nos basamos en una base científica porque los olores están compuestos por moléculas reales y detectables, y las condiciones físicas determinan su intensidad. Pero también es psicológico porque muchas veces lo tenemos tan interiorizado que ya parece que lo tenemos que sentir siempre.
No hace falta irse muy lejos para dar fe de ello. Por ejemplo, siempre asociamos un olor a una casa, a un coche o algo concreto. Y esto es ahora que podemos hacer también con las personas. ¿Cómo? Pues bien fácil, pedimos a los Laboratorios Syrch que nos haga un perfume personalizado, incluso con nuestra propia marca, y nos sirve para convertirnos en únicos. Y es que el olor dice mucho de una persona y de las ciudades.
Como os digo he tenido la suerte de viajar mucho y esos son los recuerdos que ahora tengo en mi mente. Por ejemplo, París siempre recuerdo que me huele a piedra caliza mojada después de la lluvia porque gran parte de la ciudad está construida con este material. Y es que pasa muchas veces que el asfalto o la piedra pueden liberar compuestos específicos al calentarse y eso siempre nos va a recordar a algo.
La actividad laboral
Luego las actividades humanas o laborales que se desarrollan en las ciudades marcan mucho. Como os contaba con mi ciudad Valladolid y su fábrica de bollos y de pan. La industria es un factor fundamental. En ciudades como Detroit, que por cierto es un viaje que os recomiendo mucho, el olor puede estar marcado por la actividad industrial, como los vapores químicos.
Pero si hay un viaje que siempre queda marcado en nuestra mente, es el que siempre hacemos a Marruecos. Ciudades como Rabat, Tanger o Marrakech tienen olores fuertes a especias, frutas frescas o carne, según la cultura local y eso se nos queda siempre. Y más aún si lo que hemos hecho es hacer una visita a los tradicionales mercadillos.
Y luego por desgracia, el agua también tiene mucho que decir. En algunas ciudades con infraestructuras más antiguas, como Nápoles o Venecia, los olores de alcantarillas o cañerías son muy evidentes. Esto es algo que no siempre es bueno, pero es con lo que hay que convivir.
Aspectos culturales
Ahora bien, también hay que pensar que como en otros asuntos de la vida, muchos aspectos son culturales. Me explico. Lo que para una cultura es un «buen olor», para otra puede ser desagradable. Por ejemplo, el olor a pescado seco en algunas ciudades asiáticas puede ser exótico y hasta le da un toque chulo para sus habitantes, pero extraño y muy desagradable para visitantes extranjeros. Esto me ocurrió a mí en ciudades como Nueva Delhi, donde las vacas y otros animales forman parte del paisaje urbano, pero claro, esas vacas sueltan unos olores que para algunos no son muy bien recibidos. Para lo mismo cuando comemos cosas.
La naturaleza
Y por último, la naturaleza es también algo que nos marca cuando viajamos por las ciudades del mundo y que luego se nos queda en la mente. Siempre tengo presente ese olor que tuve en mi viaje a Japón. En concreto el de los cerezos de una ciudad maravillosa como es Kioto. Allí es como si vivieras en un mundo donde las flores impregnan el aire con aromas dulces y florales. La verdad es que es una gozada.
Estos son solo algunos ejemplos de lo olores que desprenden las ciudades, podría poner unos cuantos más, pero prefiero que tú hagas un ejercicio de memoria y te pongas a recordar esos lugares que todavía recuerdas por sus olores.